TODO ES ENERGÍA



TODO ES ENERGÍA 
Esta afirmación, tan contundente y clara, es difícil de demostrar, pero muy fácil de experimentar.
Nos movemos, respiramos, nuestros órganos cumplen sus determinadas misiones fisiológicas, en nuestro cerebro cada segundo se ejecutan millones de impulsos eléctricos que nos permiten, entre otras funciones, pensar.
Estamos compuestos por células, moléculas, átomos, protones, neutrones y demás pequeñas partículas que se encuentran en continua vibración. Por ejemplo, el cerebro contiene varios billones de células, de las que unos 100.000 millones son neuronas y posee casi 100 trillones de interconexiones en serie y en paralelo que proporcionan la base física que permite el funcionamiento cerebral. Gracias a los circuitos formados por las células nerviosas o neuronas, es capaz de procesar información sensorial procedente del mundo exterior y del propio cuerpo.
Al mirar a nuestro alrededor podemos observar que las plantas crecen, los animales se trasladan y que las máquinas y herramientas realizan las más variadas tareas. Todas estas actividades tienen en común que precisan del concurso de la energía.
La energía es una propiedad asociada a los objetos y sustancias y se manifiesta en las transformaciones que ocurren en la Naturaleza, en los cambios físicos, por ejemplo, al elevar un objeto, transportarlo, deformarlo o calentarlo. También está presente en los cambios químicos, como al quemar un trozo de madera o en la descomposición de agua mediante la corriente eléctrica.
El Principio de conservación de la energía indica que la energía no se crea ni se destruye; sólo se transforma de unas formas en otras. En estas transformaciones, la energía total permanece constante; es decir, la energía total es la misma antes y después de cada transformación.

Así, vemos, como afirmábamos antes, que TODO es ENERGÍA.

La diferencia fundamental entre la energía de todo lo que existe se encuentra en la Vibración y su Frecuencia, de modo que una piedra vibra a una frecuencia muy baja, un líquido a una frecuencia superior y un gas, a una mayor.

Con los seres vivos ocurre igual. Los seres humanos vibramos a mayor frecuencia que los animales o las plantas, de manera que debemos aprender a manejar nuestra propia energía e, incluso, aumentar nuestro nivel de vibración para conseguir ser más felices y plenos.


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